La muchacha estaba en su cuarto
embelesada en sus pensamientos, recordando aún aquel hombre, no
sabía si volvería a verlo alguna vez pero, sin poderlo remediar, lo
deseaba.
La madre la llamó
incesantemente, la comida estaba lista, pero ella no quería comer,
solo quería verle de nuevo pero ¿Cómo? No sabía nada de él,
¿dónde trabajaba? ¿Quien era? Su única esperanza era que
apareciera por la puerta como un príncipe azul en busca de su amada.
La noche anterior él la había
acercado hasta su casa, no quiso dejarla allí, no después de lo que
había pasado.
La madre subió las escaleras y
entró en la habitación en un intento de alentar a su hija, aquella
madre afligida pensaba que su pobre hija aún pensaba en el atroz
ataque, pero no era así, y la muchacha no sabía como decir a su
madre que tan solo se había enamorado.
La muchacha bajo al comedor con
su madre, tenía que comer algo para tranquilizarla, debía disimular
ante ella.
Entonces, dando el primer
bocado, el timbre sonó, la muchacha pensó que sería la vecina en
busca de información.
La madre se levantó y al abrir
la puerta una voz dulce pero fuerte sonó, era él, había ido en su
busca, quería saber como se encontraba, ella se levantó rápidamente
y sus miradas se cruzaron soltando chispas visibles en varios
kilómetros.
Ella era feliz, le tenía allí
delante de ella y haría todo lo posible por no perderle de nuevo.
Aunque ella no pensó en las
casualidades, esas pequeñas cosas diminutas en las que nunca
pensamos, ¿Y si no había pasado por casualidad? ¿Y si todo estaba
preparado? ¿Y si aquel hombre no era el héroe que ella creía?
(continuará)