martes, 9 de agosto de 2011

En la noche más oscura


Caminaba por las calles de la ciudad oscurecidas por la noche más profunda, él añoraba aquellos amaneceres anaranjados y se preguntaba por qué en el pasado deseo ser lo ahora era. En aquellos tiempos lejanos no sabía que la soledad le invadiría de aquella forma.
La sed era cada vez mayor, hasta el punto de poder oír latir el corazón de aquellos que pasaban junto a él. Miró a su alrededor y vio a un joven meterse en el callejón, estúpido ignorante, ¿Es qué no sabía lo peligroso que era?
Como una sombra más de aquel lugar le siguió hasta la zona más oscura, dio un salto y se abalanzó sobre cuello del joven clavando sus colmillos y saciando su enorme sed de sangre.
Dejó el cuerpo sin vida en un rincón mientras se secaba las gotas derramadas. Al darse la vuelta vio a una mujer observándole, era ella, era la mujer que en tantas ocasiones había seguido, adoraba su belleza y su encanto, el moreno de su pelo y aquellos labios pintados del negro más oscuro. En multitud de ocasiones había provocado encuentros entre los dos.
Ella se mantuvo en silencio, sin miedo a lo acababa de ver, él fue acercándose poco a poco hasta acariciar su pelo y la preguntó:
   -¿No tienes miedo?
Ella le miró a los ojos y contestó:
   -No ¿Debería?
   -Todos lo tienen.
   -Pero siento tristeza de no haberlo sabido antes.
   -Hubieras huido de mí.
   -¿Lo hago ahora?
   -Valla, es cierto.
   -Debe ser triste estar solo entre las sombras.
   -Sí, pero si quisieras tú podrías acompañarme.
   -Me encantaría, ¿Qué hay que hacer?
   -Quedarte quieta.
Se acercó a su cuello lentamente y chupo su dulce sangre hasta que ella cayó desmayada, después se hizo un corte en la muñeca y dejó caer su sangre sobre la boca de la mujer. Ella fue despertando poco a poco, y sin mediar palabra alguna se fundieron en un eterno beso.
A partir de aquel momento dejo de sentirse solo y agradeció aquel hombre que en días lejanos le brindó la eternidad.